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La sonrisa de la mesera


“…pero sucede también,
Que, sin saber cómo ni cuándo,
Algo te eriza la piel,
Y te rescata del naufragio…”


Entendí que la vida no era tan fácil, después de ver como se desmoronaba mi matrimonio, pero al menos en mi trabajo las cosas no eran tan mal, justo en mi peor momento personal me mandaron de forma provisional a la ciudad de México, se que iba a ser muy diferente a cuando uno va de vacaciones pero estaba seguro que iba a ayudarme en la parte personal, si bien no iba a salvar mi matrimonio, quizás me iba a ayudar en algo y de eso estaba seguro.

Al decirle a mi esposa no lo tomo a bien, pero mientras no le faltará su mesada sabría que no iba a existir ningún problema y no es porque yo mantuviera la casa, pero teníamos gastos en común que yo había hecho el compromiso, por ejemplo pagar la casa a 10 años, sacar una camioneta para ella y un auto para mi que casi no utilizaba, pero en fin, sabia que la ciudad iba a ayudarme en algo, si bien aún recuerdo cuando mi jefe me comento que iba por 3 meses yo lo pensé demasiado pero al escuchar que iban a darme una compensación extra por ello, aparte de que iba con viáticos pagados y prácticamente solo iba a aprender, fue cuando sin consultar con mi esposa tome la decisión de irme.

Llegue a un departamento si bien era mediano, era muy cercano a la empresa, estacionamiento y un área de gimnasio, acomodé mis pocas cosas, el departamento era amueblado y solamente revise que funcionará el internet y conecté mi buen teatro en casa Onkyo, de inmediato puse a Ismael Serrano mientras terminaba de desempacar y hacer una videollamada con mi esposa, comentándole que podía venir cuando quisiera, pero ella al son de siempre me dijo “yo creo que sí, aunque sabes que no me gusta esa ciudad caótica, por eso hui de ahí, cuídate mucho y nos vemos pronto” si bien no era la mejor respuesta, al menos era un “cuídate mucho” que tenia meses de no decirme y quizás estar lejos nos iba a ayudar demasiado, saque mi computadora, me serví un whisky con 3 hielos, encendí un cigarrillo y me puse a escribir mientras sonaba un destello de Felicidad de Ismael Serrano “… ya lo sé, no soy un héroe, ni el mas valiente de los que te amaron, no soy tu estrella, ni el tipo que disfruta tus pecados…”  escribía el cuarto cuento de mi libro, vaya si todos los cuentos tenían algo que ver con mi pasado pero estaba escrito todo en primera persona, cambiaba los nombres, en algunos momentos eran cambiados al mismo nombre pero en otro idioma y en otras ocasiones utilizaba el segundo nombre de la persona, en esta ocasión estaba escribiendo sobre aquella mina de ojos negro azabache, con una cara de princesa, cabello lacio, sonrisa perfecta, unas piernas tan largas como mis letras al escribir de ellas, y seguía sin entender como ella había estado conmigo tanto tiempo bajo la promesa que algún día iba a dejar a la que hoy en día es mi esposa, que en ese momento aun éramos novios, estaba escribiendo sobre ella, cuando de pronto mi celular empezó a sonar, me sobre salté un poco, le di un trago largo al vaso con whisky y vi en la pantalla que el numero era de un viejo amigo, tomé la llamada y quedamos de vernos en un bar cercano a donde estaba hospedado.

Los días pasaban desapercibidos, un día salía con mi amigo, otro día con los de la empresa, pero había algo que no me daba pie para sentirme a gusto en esta gran ciudad, visite algunos museos y también camine por las calles de esta gran urbe, debo de confesar que me divertía irme a sentar al anden del metro Balderas, solo para ver como la gente corria y corria, como desesperados se empujaban y gritaban entre sí, en mi mente solo pensaba en hacer un sistema de transporte más eficiente, pero quizás eso nunca iba a existir, solo era momento de divertirme.

Mi sorpresa fue un Lunes, venia caminando de regreso de ver como la gente se encabronaba en el metro balderas cuando de pronto empezó a llover, la lluvia era tupida, vi un café a lo lejos y me guarecí, y quizás fue la mejor sorpresa que me había dado esta ciudad, me impresiono cuando vi a esa chica delgada, de cabello negro, cara afilada, traía un maquillaje discreto que le hacía ver más hermosa aun y eso que traía cara de pocos amigos, pero al momento de entrar y sentarme en una mesa, con la sonrisa mas hermosa que he visto en mi jodida vida me dijo “buenas tardes, le dejo la carta por si gusta ordenar algo”, yo me quedé embobado viendo su sonrisa, tomé la carta y agradecí, estaba hojeando el menú pero no podía concentrarme, quizás era por estar pensando en su sonrisa cuando de pronto ella llego, “¿qué va a ordenar?” esto sin voltearme si quiera a ver, así que para forzar un poco a que volteara le comente “¿qué me recomiendas?”, quizás pocas veces le habían dicho eso, porque me volteo a ver con car extrañada y fue cuando le sonreí, ella me comento que le gustaba el chocolate con malvaviscos y el pastel de 3 chocolates, yo dude un poco, si bien soy fanático del chocolate, no se me antojaba demasiado pero decidí hacer caso a su recomendación, ella con una sonrisa volvió a los minutos, el chocolate se veía realmente rico, olía como a ese chocolate no comercial y el pastel, que puedo decir, se veía magnifico, probé el chocolate y el sabor si bien no era el mejor que había probado en mi vida, si era lo mas cercano, el contraste de sabor dulce con amargo y quizás un toque de picante, tenia sabor como uno que había probado en Oaxaca, al bajar la taza solo le dije “gran elección, sabe muy rico” ella me regalo una sonrisa y vi que después empezó a reír, si bien no entendía su risa hasta después de unos minutos que sentí que mi bigote tenia un poco de espuma del chocolate, apresurado me limpie con una servilleta y ella empezó a atender a una pareja que llego y se situaron a dos mesas de la mía, mientras degustaba el pastel con el chocolate me puse a ver un poco Twitter y me echaba a reír por la cantidad de pendejadas que dicen ahí, hasta que recordé que estaba en un lugar público, la pareja que llego se fue más rápido que yo, pedí la cuenta y ella con una sonrisa nuevamente me la trajo, pague y deje la propina agradeciendo la recomendación, después amenacé con volver y fue cuando ella sonrió de nueva cuenta.

Y así pasaron los días, esa semana pase el miércoles y el viernes también, probé el pastel de zanahoria y el pay de limón, de bebidas, malteada de fresa y café edén, debo de confesar que empecé a escribir un cuento de ella, mas bien una historia, de esas historias que te gustaría que pasara algo mas pero en verdad no pasa nada, era extraño, cuando ella me hablaba me ponía tan nervioso que no lograba articular palabras y las que articulaba eran sin sentido, si bien no quería ligarla como tal, si buscaba verla sonreír. El lunes siguiente me arme de valor, había comprado un kínder bueno para regalarle, pero al llegar a la cafetería, no era su sonrisa la que me atendió, pedí un té de menta ese día, el martes pase y por fuera me di cuenta que no volvía a estar ella y así paso toda la semana, el chocolate debo de admitir que termine por comérmelo.

Y así paso por otra semana y no había noticias de ella, iba a preguntar en el café pero no sabía ni como se llamaba la mina, así que decidí no ir hasta la semana siguiente, el lunes pase antes de ir a ver como la gente se peleaba en el metro pero no logre verla, así que ese día fue el lunes mas triste desde que había llegado a esta ciudad, ni siquiera me dio risa cuando un chavalo se resbalo y cayo como a dos metros de donde resbalo, pero bueno, caminaba de regreso a casa cuando decidí que un buen chocolate podía ayudarme con el ánimo, entre al lugar ya sin buscarla, y mi sorpresa fue tal cuando escuché un “¿le parece probar ahora un brownie de chocolate y una café lechero?”, no podía creerlo, era su tono de voz, voltee con la mirada y vi su sonrisa, en automático sonreí y dije “¿puedes tomarte un café conmigo? Cosa de 5 minutos, al fin no hay gente los lunes”, ella solo dijo “déjame preguntar vale”, tardó un poco o quizás era mi impaciencia, pero sentí que tardo una eternidad, cuando volvió vi que solo traía una taza y un brownie, me resignaba antes de tiempo, y ella dejo las cosas en el lugar frente a mí y después volvió rumbo a la cocina, al volver me dijo “gracias, pero en cuanto lleguen clientes voy a tener que pararme a atenderlos”, yo le dije que no había ningún problema, y así pasamos, una taza, dos tazas, fue cerca de hora y media y no hubo interrupciones, se llamaba Stephanie, era estudiante de derecho, tenia 21 años, trabajaba una semana en un turno y otra semana en otro turno, había faltado una semana al trabajo por practicas de la escuela, el negocio era de un familiar de ella, le gustaban los memes y le molestaba la gente grosera, en gustos musicales era más tipo música en inglés, pero bueno, no empatábamos en casi nada si le quitábamos el gusto por las bebidas y los panes.

Así pasaron los meses, una semana la veía y otra no la veía, no me anime a nada más, solo me gustaba verla sonreír, de vez en cuando se sentaba conmigo ha hacerme compañía, con mi mujer las cosas se iban solventando poco a poco, en el trabajo el tiempo estaba por concluir y era tiempo de volver a mi oficina designada. Recuerdo fue un viernes, el viaje se tuvo que apresurar por cuestiones de la empresa, pase a tomarme el ultimo café y verla sonreír por ultima vez, pedí un chocolate con malvaviscos y un pastel de tres chocolates, justo como la primera vez, era viernes y como era de esperarse había mucha gente, casi no paraba de un lado a otro, pero de pronto tuvo dos minutos sin hacer nada, se sentó en mi mesa y me pregunto de mi trabajo, solo saque de mi bolsa un kit kat y se lo extendí, ella lo tomo y le dije “sabes, te agradezco demasiado, no se que hubiera sido de mi estancia aquí sin tu sonrisa, te voy a extrañar”, ella me miro extrañada y dijo “sabes que no me gustan las despedidas, pero creo que este lugar va a extrañar tu risa”, me dio un abrazo y pague, la vi por ultima vez como un condenado a muerte, sabia que no iba a volver a verla pronto o quizás nunca, me regalo la ultima sonrisa y la guarde en la parte de los mejores recuerdos de mi vida.

Maneje escuchando a Oceransky rumbo a mi casa, por cuatro horas estuve escuchando aquellas canciones que hablan de amor y desamor, aquellas canciones que me recordaban mi estancia en la ciudad de México, aquellas canciones que me recordaban aquella sonrisa maravillosa, llegue pasadas las 10 de la noche a casa, mi esposa me esperaba, con una sonrisa y mole de olla que era mi favorito, yo saque unos regalos que le había comprado y nos dimos un beso muy grande, platicamos de tantas cosas como tenia tiempo que no lo hacíamos, le comente de la cafetería, de mi trabajo, de lo que había aprendido, de cuanto le había echado de menos, le comente sobre los cuentos que había escrito que ella ya había leído y fue cuando me interrumpió y me dijo “no te voy a preguntar que fue lo que mas te gusto del viaje, yo se muy bien que lo que mas te gusto fue la sonrisa de la mesera, le hiciste un escrito como el que hiciste de mis lagrimas el día que nos conocimos” no pude hacer otra cosa que asentir y solo repetir “tienes razón, lo mejor fue la sonrisa de la mesera” .




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