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Patrañas

“…Pueden ser casualidades u otras rarezas que pasan,

Pero donde quiera que ando todo me conduce a ti…”

 

Recién había llegado a este pintoresco pueblo a dejar un cargamento y recoger otro, cómo era costumbre cargaba con mis padres en una camioneta familiar para evitar sospechas de cualquier tipo, respetaba los límites de velocidad, no manejaba alcoholizado, realizaba el correcto cambio de luces, vaya me portaba a línea para evitar que me detuvieran; nos hospedamos en un hotel del centro, una antigua casona del siglo XVI justo a un lado de la presidencia municipal, una pequeña manía que tengo es elegir un lugar cercano a la presidencia, por más que este custodiado pero nunca te revisan, siempre piensan que sería muy estúpido que alguien con algo prohibido se hospedaría ahí cerca, salí a cenar con mis padres para conocer un poco la gastronomía local y después ellos comentaron que se sentían cansados, pase a dejarlos al hotel y me dirigí a una mezcalería, si no mal recuerdo “El Carajo” se llamaba, me costó un poco de trabajo encontrarla debo de admitir, para relajarme pedí una cata de los mezcales artesanales y mientras lo hacía platicaba con el dueño del lugar que me decía orgulloso que todos los mezcales habían tenido una condecoración en el último concurso a nivel nacional, claro eran muy bueno no podía negarlo, yo estaba sentado en la barra dándole la espalda a la puerta, el local era más bien pequeño, de pronto me dijo “creo que ya llegaron por mí”, voltee hacia la puerta y vi a una chavita de unos 22 años, estatura mediana, con unos jeans que delineaban su figura y una sudadera delgada, sonrío y se fue, así como sin nada, así que de inmediato pagué la cuenta y el dije al dueño “ahora vuelvo, creo que si llegaron por mí”, el dueño solo se quedó viéndome como salía por esa puerta.

 

Sabía muy bien que esa era la señal así que llegue a las puertas del hotel y ahí estaba ella, se podía adivinar que era muy bonita aunque tenía un exceso de maquillaje, mi mente empezó a buscar entre los recuerdos, la había visto en otro lado pero no daba con el recuerdo, de pronto me dio un beso en la mejilla y un abrazo largo, después me dijo “un gusto volverte a ver, ese aroma a Bvlgari con tabaco sigue siendo mi preferido” y nos dimos un beso muy rico, ella se colgó de mi cuello y jugamos como dos adolescentes, besos, abrazos, pisadas, cargadas, todo eso frente al hotel, estábamos jugando cuando llegó un bell boy para ayudar a bajar las maletas, bajó dos maletas de su auto y las llevaron a mi habitación, nos comíamos a besos como si fuéramos dos enamorados, al llegar a la habitación paramos en seco las caricias prohibidas y los besos, pusimos una maleta de ella en la cama y otra mía en la misma, yo revisaba la de ella y ella la mía, al corroborar que todo estaba en orden las dejamos en el piso, después le dije “¿te parece una cerveza?”, ella me volteo a ver de manera coqueta y dijo “mejor un mezcalito, dicen que con el mezcal uno pierde la cabeza”, me dio un beso y media vuelta, solo atiné a propinarle una nalgada, ella volteo regalándome una sonrisa traviesa.

 

Al llegar a la mezcalería lo primero que hice fue decirle al dueño “le dije que volvía y también que venía por mí”, después pedí dos catas de mezcal, una cerveza clara y unos chapulines al ajillo y empezó la charla, empezamos con aquella charla que teníamos pendiente, fantaseábamos con tener una aplicación de citas pero no para conocer a la persona, si no tener una cita con personas que tuvieron que ver con uno en vidas pasadas y resolver los conflictos no resueltos, ya sé, suena muy extraño pero teníamos esa fantasía, incluso nosotros nos conocimos por medio de una aplicación de citas, pero en la primera cita cada uno hicimos comentarios un poco fuera de lugar y eso dio pie para terminar en la cama, después floreció una oportunidad de trabajo y bueno seguimos trabajando de la mano, pasaron quizás un par de horas cuando ya con las caricias por debajo de la mesa, los besos y la calentura nos hicieron salir del lugar.

 

Desde que subimos a la camioneta las cosas empezaron a ponerse a tono, besos, caricias, mordidas, jadeos, logré colar la mano y desabrochar sus jeans, empezaron las caricias por encima de la ropa interior, era tan cálido y a la vez tan húmedo que me invitaba a no dejar de hacerlo, de pronto me mordió suavemente la otra mano y me dijo “vámonos, te dije que el mezcal me hace perder la cabeza”, encendí la camioneta y nos fuimos directo al hotel, ya no había más que hablar, la mirada que lanzaba ella era maravillosa, una mezcla de travesura-cachondeo-amor, no había más que hablar, mi noche solo se centraba en ella y nadie más, entrando al hotel la cargue como si fuéramos recién casados, subimos por el elevador comiéndonos a besos, casi al llegar a la puerta de la habitación tuve que recargarme en la pared, ya no podía, la ropa empezó a estorbarnos, ella me quito la camisa, salieron volando un par de botones, por fortuna alcancé a abrir la puerta, nos metimos entre besos extraviados y tocamientos impuros, la arrojé a la cama y poco a poco al fui desnudando, las manos no me alcanzaban pero las ganas hacían que todo fuera posible, las prendas iban cayendo sin parar como si fuera una lluvia de ropa, la llenaba de besos, no había un espacio que mis labios no pasará, le regalaba mordiditas y ella solo gemía, me abrazaba con las piernas y eso me hizo tener una gran idea, empecé por vendarle los ojos, ella se deshacía cada segundo más, logré atar sus manos con mi cinturón, ahora estaba completamente a mi merced, la respiración fue entrecortándose, yo me encontraba explorando su cuerpo cuando con sus piernas me abrazo, era maravilloso el momento; parecía que habíamos nacido para este jodido momento, quizás en nuestras vidas pasadas nunca tuvimos este encuentro y ahora lo estábamos resolviendo, parecía que la vida se nos iba en ese ir y venir, nuestros cuerpos sudorosos chocaban pero a la vez se entendían a la perfección, no recuerdo bien cuanto tiempo pasó hasta que nos quedamos abrazados, ella me dio un beso y me dijo “te quiero”, mientras me veía con los ojos entrecerrados, de pronto nos quedamos dormidos abrazados, no voy a mentir, tenía mucho tiempo sin dormir tan rico.

 

Me desperté de pronto por un golpeteo en la puerta, solo me puse mi bóxer y salí a abrir, eran mis papás que me esperaban para ir a almorzar, les dije que los alcanzaba en lo que me daba una ducha rápida, me dijeron que me esperaban en el restaurante del hotel y se fueron, al cerrar la puerta de mi habitación me di cuenta que no estaba ella, solo estaba una maleta mía y la otra que ella me entrego, me tiré de nuevo a la cama al no encontrarla, ahí en medio de las sabanas se encontraba su aroma, ese perfume era inconfundible, Eros Pour Femme de Versace quizás no había un perfume tan exacto para ella como ese, me quedé unos 5 minutos hasta que recordé que tenía que bañarme para ir a almorzar con mis padres, me paré de inmediato y me metí a bañar. Al salir me di cuenta que mi cuaderno de escritos estaba abierto en el buró, me puse a ver y era una pequeña carta de ella donde agradecía y esperaba vernos pronto para seguir resolviendo los pendientes de otras vidas, lo firmaba con un beso color carmín, si aspiraba fuerte sentía que mi cuaderno olía a lo mismo que la habitación, a pasión, lujuria, sexo puro e infidelidad, lo único que faltaba era ella.

 

El día paso como debía, el tic tac seguía su ritmo, estuve tentado en marcarle en un par de ocasiones pero me detenía, sabía que no podía hacer eso, ella era casada y bueno yo tenía una relación en mi ciudad de origen, partimos de esta pequeña ciudad a Guadalajara, donde me iba a encontrar con uno de mis hermanos e iban a llevarse de vacaciones a mis padres, por mi cuenta tenía que entregar la camioneta con la maleta en Chapala. Al siguiente día desayunamos con mi familia, mis padres se fueron con mi hermano y yo tome camino a Chapala, la entrega era fácil, iba a estar estacionado en la acera contraria del Coppel, un limpiavidrios vendría y escribiría una “C” en el parabrisas, me bajaría para corretearlo y a la vuelta me estarían esperando en un auto gris para intercambiarlo, pero hubo algo que falló, cuando el limpiavidrios vino no puso una “C”, se le notaba nervioso al abrir la puerta se bajó corriendo y se buscó entre las ropas algo, me volví a subir a la camioneta y de la guantera saqué la Pietro Beretta que regularmente me acompaña y empezó un intercambio de balas, al parecer me habían puesto un cuatro, encendí la camioneta y emprendí una huida rumbo a Atequiza, entrando al pueblo me fui hacia los tacos de birria de la Berbera, comí como un condenado a muerte, sabría que en cualquier momento iban a llegar a matarme, no podía correr con tan buena suerte, así que disfrute cada uno de los 8 tacos que me comí, al darme vuelta para subirme de nuevo a la camioneta sentí el frío del cañón de una pistola en mis costillas, pero también olía a ese perfume de Versace, procuré no ponerme nervioso y seguí caminando como si nada estuviera pasando, me fue dirigiendo a la cajuela de la camioneta, me hizo bajar la maleta pero sin dejarme voltear, la voz era fingida, me hizo subirla a un sedán que estaba adelante, recuerdo que vi que traía placas de Guanajuato, cuando cerré la cajuela solo escuche el “clic” que hace cuando jalas el gatillo de una arma y no trae tiro, solo tomé aire y escuché que me dijo “vámonos que no tardan en llegar, deja ahí la camioneta, en este carro esta todo lo que me interesa, la maleta y tú, además creo que todavía nos faltan como dos vidas pendientes por resolver”, al decir esto cerró con un beso.


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