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La leyenda de las sirenas

 

“Con mi canto yo te hechizaré,

Te haré promesas que no cumpliré,

Te desgraciaré la vida,

Con engaños y mentiras…”

 

Era extraño volver a casa después de esa jodida pandemia, mi casa estaba llena de polvo y no había más que una sopa instantánea, dos latas de atún, una mayonesa y una salsa picante, era todo lo que tenía para comer así que decidí ir al supermercado, aunque era una de mis actividades favoritas no era lo mismo que años atrás, deje el auto aparcado en el segundo piso de la plaza comercial, tomé un carrito y empecé a hacer mi recorrido de siempre, salvo por el cubre bocas, la toma de temperatura y el gel antibacterial, pero de ahí en fuera todo era normal, empecé mi recorrido en el área de electrónicos, ahí me distraje viendo pantallas, algunas ofertas en los juegos de ps4 y también eché un monopie para la cámara, pase por los demás pasillos agarrando cosas, viendo los precios, dejando cosas en otros lugares, pasando por los carritos de juguetes, la crema de avellana, las carnes de hamburguesas congeladas y algunos dulces, en verdad disfrutaba demasiado eso, a pesar de ser una actividad muy cotidiana tenía cerca de un año de no hacerlo y más en el supermercado que visité casi toda mi vida y sin darme cuenta me formé en la fila 12, me  sentía ansioso pero cuando empecé a escuchar el beep-beep-beep por cada artículo que pasaba por la caja, hasta que dijo “buenas tardes ¿encontró todo lo que buscaba?”, yo solo atiné a decirle que sí, de pronto ella se me quedo viendo y atino a decir “¿conoces la leyenda de las sirenas?”, en ese momento atine a decir “no puedo creer que eres tu ¿Cómo estás? ¿Cuánto tiempo ha pasado?”, voy a hacer un pequeño paréntesis, ella se llamaba Verónica la conocí en Durango, en la misma cadena de supermercado, ella era cajera también en la fila 5, salí un tiempo con ella, justo las 3 semanas que estuve por motivos de trabajo, en esa ocasión me tuve que regresar y ella no quiso saber nada de mí, sus planes eran algún día poder regresar a la capital, bueno cerramos paréntesis. Nos dimos un abrazo y charlamos mientras ella pasaba y pasaba los artículos, me comento que en un par de horas iba a salir y quede de pasar por ella, realmente todo era extraño, llegue a casa y acomodé todo de forma religiosa.

 

Pase por ella 15 minutos después de la hora acordada, me esperaba con un par de helados uno a medio derretir, recordaba mi sabor favorito triple chocolate con cobertura de chocolate, era realmente extraño, la invité a comer pero me dijo que recién había comido, quería ir a visitar la torre latinoamericana como cuando era niña, así que subimos a mi auto y emprendimos ese pequeño viaje de casi 35 minutos. El camino fue realmente ameno, ella me recordaba lo ruin que fui cuando me tuve que ir de Durango, juraba y juraba que ella si se había enamorado y pensaba que yo solo había jugado con ella, de pronto por arte de magia en el estéreo del auto empezó aquella canción que tanto le gustaba y yo no sabían “Oye mujer”¸ casi de inmediato le subió al volumen más alto y empezó a cantar y bailarla, era en verdad extraño, creo que nunca la había visto tan feliz, fue cuando recordé que sonreía maravilloso, después la canción termino y ella se recostó un poco sobre mi brazo derecho, sentía que me quería decir algo pero al final no dijo nada, solo me veía y me veía.

 

Por fin llegamos a la torre latinoamericana pero no nos dejaron subir, así que empezamos a caminar por reforma ya que todo estaba cerrado, rentamos un par de bicis y estuvimos pedaleando por cerca de una hora, íbamos pasando por donde un tiempo viví y me paré en un bar para comprar un par de tragos, compre dos pulques de litro, uno de piñón y otro de frutos rojos, sé que no le gustó a ella el pulque pero se lo termino tomando, hizo un gesto un tanto extraño al sentir la consistencia un poco babosa, pero se lo terminó casi de un trago, seguimos andando en la bici pero sentía que ella estaba un poco más errática que antes, así que terminamos por entregarlas, pasamos a una cafetería para mitigar ese frio de otoño que solo se siente en esta gran ciudad, ella no paraba de mirarme a los ojos, sonreía levemente y después me decía “es que es imposible, no puedo creer que te haya vuelto a encontrar, justo antier soñé contigo y de pronto llegas hoy y con todo y la mascarilla te pude reconocer, es difícil poder olvidar tu voz”, yo no tenía mucho que decir, yo era el malo de la película entonces no sabría cómo defenderme, así que seguimos bebiendo café, aunque después me comentó que tenía hambre y pasamos a una taquería.

 

En la taquería justo cuando estábamos pidiendo le entro una llamada, recuerdo que solamente dijo “vine al cumpleaños de Lola, estamos un poco retiradas y yo creo que me quedo a dormir hoy acá, mañana llego” y colgó la llamada, no quise preguntarle quien era Lola ni el motivo por el cual había mentido, en ese restaurante tomamos unas cuantas cervezas y comimos esos ricos tacos, no recuerdo bien si fueron 6 o 7 cervezas cada uno pero ya salimos algo más que alegres, caminamos con rumbo a auto y justo cuando le abrí la puerta para que se subiera, nuestros labios se encontraron, nos dimos un beso de antología, un beso de esos que no sabes cómo carajos pasa pero pasa, unas cuantas caricias y al final nos fundimos en un abrazo, ella solamente me decía “no me sueltes por favor” y yo solamente asentía con la cabeza.

 

Subimos al auto, ella puso aquella canción de “Loco extraño” y empezó a cantármela, fue raro, la última vez que la había escuchado cantar esa canción había sido la última noche que nos vimos, justo antes de que le dijera la noticia que me iba en la siguiente tarde, me daba uno que otro beso cada que se le antojaba, cuando acabo la canción me empezaba a hacer caricias traviesas hasta que de pronto me logró desabrochar el pantalón, en ese momento vi un motel adelante y le dije “¿te parece o alcanzamos a llegar a casa?”, ella no dijo nada, solo siguió metiendo la mano dentro de mi pantalón y de mi bóxer, fue cuando entendí la respuesta, me tuve que meter al motel. Ahí pedimos una habitación mientras seguíamos con las caricias traviesas, al llegar al cuarto parecíamos un par de amantes con el tiempo contado para poder compartirlo y sí que lo disfrutamos, nos quedamos rendidos en la cama después de hacer una comunión maravillosa de ser uno mismo.

 

Desperté un poco al sentir su mirada, me dio varios besos cortos y después me dijo “créeme que hasta extrañaba tus ronquidos”¸ me disculpé por no haberla dejado dormir, ella solamente me seguía dando pequeños besos mientras me decía “¿Qué pasaría si te dijera que estoy casada?”, no pensaba responder esa pregunta y ella siguió “¿y si te digo que es la última vez que nos vamos a ver? ¿Qué sentirías?”¸ de igual forma no dije nada, de pronto ella rompió en llanto, se desplomo justo cuando me besaba en la boca “no puedo seguir así, justo ayer metí la propuesta del divorcio, mi esposo me engañó con una de las trabajadoras de su empresa, recuerdas que te dije que te había soñado, pues fue verdad, te soñé porque la vez que tuvimos la primera cita en Durango tú me platicaste sobre la leyenda de las sirenas y eso sucedió justo con mi esposo, la chica con la que me engaño no es ni más lista que yo, ni más bonita, pero le paso lo mismo que en esa leyenda ¿la recuerdas?, aquella en la que me dijiste que los marineros presentaban alucinaciones y decían ver a una sirena, que incluso escuchaban su canto, pero en verdad no eran sirenas, eran preciosos manatíes que ellos confundían con sirenas, sé que sonaste descabellado e incluso yo investigue sobre esa leyenda y me di cuenta que era una leyenda real y no que te la hubieras inventado, pero también estaba viendo un programa de televisión donde decían que esa leyenda aplicaba con las personas del sexo opuesto, muchas veces al inicio las veían como manatíes pero al cabo de un momento y no se sabe el motivo pero después las veían como preciosas sirenas y eso fue lo que le paso a mi esposo…”




Comentarios

  1. Vemos lo que queremos ver, eso es algo que he aprendido tras muchos años corriendo tras las personas equivocadas... ni tan siquiera digo que eso sea malo, si puedes sostener el engaño durante el resto de la vida, serás jodidamente feliz... ahora, ¿de verdad puedes?

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    1. Tienes mucha razón en ello de que vemos lo que queremos ver, muchas veces tenemos las cosas enfrente pero no queremos verlas y vamos corriendo tras el viento sin saber que estamos corriendo en la dirección equivocada.

      Te dejo un abrazo de esos que te dicen que las cosas pueden salir de maravilla.

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