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Lunes casual

Así como cualquiera que espera un fin de semana más largo de lo que acostumbra y que por más que se le desea nunca pasa, a mí se me ha ido el tiempo con ansias como si solo me hubiese durado un par de horas hasta el domingo y se me ha atravesado este lunes estruendoso con ese tono de alarma repetitivo, que se enciende y se apaga, entrometiendose para iniciar con una semana más de absurdas partidas cotidianas.

Las notas en mi cuaderno, las notificaciones de mails en espera y los chats de WhatsApp ya me abruman desde temprano mientras estoy a la vista de planificar una agenda saturada, aún así suelo mantener la calma aguardando a la espera de aquel camioncito amarillo que me lleva al trabajo. Pfff, me viene un suspiro que desea un café para terminar de despertar y quizás apreciar poquito el día, es justo al momento de ese suspiro que he reflexionado un poco sobre cuánto aprecio los imposibles, me sé de mi mismo esto y no solo eso, los busco incansablemente para entretenerme coleccionando mis propias bocanadas de vida, envuelto en este pensamiento me he visto atrapado en medio de un perfume conocido y volteando casi por instinto la he descubierto como un destello de luz boreal destacando un poquito delante de mí en la misma fila.
-¿Será que hoy estoy de suerte? He pensado en mi mismo con los pulsos latiendo tan deprisa, pero pasa que aquel pesimismo cuál talón de Aquiles me ha puesto tropiezo al cuestionarme - ¿En realidad existe la suerte? ¡No!, me he respondido. 
Pero está vez ha pasado que aquel aroma me ha distraído tanto que he dejado a un lado aquella lógica sobrepensada y he decidido que las casualidades son concurrencias sobre una línea de tiempo a la que no tenemos acceso hasta que accionamos la voluntad de ser y hacer.

Curiosamente este lunes tan casual ha dejado de ser lo que esperaba, su repentino encuentro me ha hecho buscarla incansablemente con la mirada y aún más entre mis pensamientos.

¿Quién es ella que me ha concedido el poder de soñarla por dentro? - La he pensado delicadamente.

Vaya que el viaje en el bus ha sido relativamente corto, hemos ido en asientos separados pero el hormigueo de mis dedos me han conectado a ella con el deseo de acariciarle el pelo. 
Ir sobre el mismo camino y hacia el mismo destino ha sido una más de mis analogías, más aún cuando hemos bajado a destiempo, yo antes que ella y he entrado primero a ese edificio llamado segunda casa o también "trabajo". 
Le he pensado desde mí en todo el trayecto, pero no me he detenido a pensar si ella me habrá notado, y si sí, desde hace cuánto tiempo.

He parado brevemente en el pasillo y excuse la búsqueda de mi tarjeta de acceso solo para verla pasar una vez más, para llevarme un poco de su destello de luz e iluminarme el día.

Ella paso de largo haciendo una pequeña pausa al rozar mi lado izquierdo, susurro un pequeño "Hola" que respondí con una mirada sorpresiva, no me dió tiempo de responder y enmudecí ante su presencia. ¿Cómo no hacerlo ante ese vestido naranja que le quedaba tan bien combinado con su sonrisa?
- Me gustan los imposibles, ya lo he dicho antes, este encuentro tan casual e irrepetible no podía ser casualidad, así que sin pensarmelo de nuevo he corrido detrás suyo para conocer al menos su nombre. Una vida entera me he imaginado a cada paso, ya sabes, esas cosas de desear el amor y sentirse enamorado, tomarla de la mano, probar sus labios, escribirle versos, consentirla y aprender sus gustos, sus canciones, sus películas, sus flores favoritas, planear encuentros y viajes, encontrar la forma de cobijarnos, celebrar su cumpleaños, visitarla en navidad, llenarla de regalos, ser uno con ella, hacerla mi universo.

Fue así que seguí avanzando, entre un entorno extraño, que se sentía tan irreal de modo que mientras más seguía avanzando su figura de lejos se iba difuminando, como flotando, desapareciendo en la nada y he llegado al final del pasillo sin poder encontrarla.
Un sentimiento abrumador lapido mi sentir y conciencia, las personas me miraban fijamente, les escuchaba susurrando e incluso sentía las cámaras grabando todas mis expresiones.

De pie, perplejo y al borde del pánico no entendía lo que pasaba, he mirado el reloj y es entonces que he notado que no era lunes, aún era domingo, había confundido la alarma y me he olvidado de tomar mis medicamentos. De nuevo la angustia ha apoderado de mi, he volteado a la derecha para ver el sillón donde me he desplomado y vuelto en razón me he dado cuenta que ni siquiera había salido de mi cuarto.
Es por eso que te he agendado y vuelvo a verte amigo, Javier.
He decidido retomar la terapia y es que justo ahora no entiendo en que momento todo se me escapó de las manos, como fue que aquella visión de hoy se sintió tan real que me ha dejado sumamente confundido y agobiado, Javier ¡ayúdame por favor! ¡Necesito ser normal!, porque justo ahora siento que no puedo, no, ya no puedo más... Ya ni siquiera sé si ella era real. 
Ahora ya no sé, ni puedo distinguir lo que es verdad.
Javier, ¡ayúdame!...


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