¿Error en la matrix o destino?

Si me pudieran dar a elegir

¿Cómo y dónde yo quisiera morir?

Contestaría: acostado, feliz a tu lado,

víctima de un sexo exagerado,

sonriendo, mirando al techo, con tu cabeza en mi pecho.”


No era otro jueves cobarde, como los nombra los caballeros de la quema, no era un jueves cualquiera, era uno de esos días que te hacen pensar demasiado, uno de esos en los que no sabes si en verdad vivimos en una simulación o si existe aquello que llaman destino.


El reloj marcaba las 4:30 p.m. mientras manejaba hacia mi rutina de los jueves: jugar dominó a las 5:00 p.m., como desde hace más de diez años, de pronto, cambié mi rumbo. Solo atiné a marcarle al dueño del lugar para decirle que no iba a asistir, que nos veríamos la siguiente semana. Como siempre, no preguntó nada, y esta vez yo no quise dar explicaciones. ¿Por qué? Porque no tenía ninguna explicación. No sabía ni qué carajos iba a hacer, seguí manejando sin un rumbo fijo, sin un plan ni intenciones. Sencillamente, quería hacer algo distinto.


Me estacioné a unas calles del centro de la ciudad, necesitaba despejarme. Me puse a caminar por Madero, observando la cantidad de gente que se aglutinaba en la calle. Me asombraba que, a pesar de ser jueves a las 5 p.m., hubiera un mundo de personas en las tiendas. Yo, por mi parte, me quedé viendo el Museo del Estanquillo por fuera, pensando seriamente si sería buena idea entrar a ver “Bipolaridad Visual”, cuando de pronto sentí un metal puntiagudo en mi espalda y escuché una voz que decía: “Camina y no digas nada”. Solo tomé aire muy fuerte y caminé. De pronto, escuché una risa. En ese momento, solté el aire. Era imposible no reconocerla. ¿Cuántos años sin escucharla? Más de un lustro, quizás, pero no estaba seguro. Me volteé a verla, y ella se reía como una adolescente que acaba de hacer una travesura. Entre risas, decía: “No pensé que fueras a caer”, y seguía riendo como si no hubiera un mañana. Yo estaba entre encabronado, feliz y contento; era un sentir extraño. Solo atiné a darle un abrazo donde logré calmar su ataque de risa.


No hubo preguntas sobre qué hacía cada uno en ese lugar. Solo empezamos a caminar entre el tumulto de gente. Pasamos por un viejo café para recoger las caricias prohibidas que habíamos dejado en esos lugares hace unos años. Recolectábamos los besos que dejamos pendientes en otra ocasión. Incluso vimos cómo los soldados realizaban ese mítico protocolo de arriar la bandera. Pasamos a recoger su devoción a la iglesia católica, visitando la catedral. Era impresionante verla concentrada mientras rezaba, algo que solo había visto en ella dos veces, y sigo diciendo que me encanta cómo se ve. Después, al finalizar, subimos al mirador de la Torre Latinoamericana. La ciudad se veía maravillosa con el ocaso en el poniente y las luces ya encendidas. Allí, nos dimos un abrazo y empezamos a respirar al mismo tiempo, como si nuestros corazones se hubieran sincronizado. En ese momento, sin decir nada, nos dimos un beso. Un beso de esos que saben a un regreso a casa. Estoy casi seguro de que salimos en algunas de las fotografías que se tomaron, ya que a nuestra espalda estaba el Palacio de Bellas Artes.


Después de ese beso, hubo un pestañeo, un cierre de telón, magia, un error en la Matrix o, quizás, eso que muchos llaman destino, ya que, al volver a la realidad, nos estábamos reexplorando en la habitación de un hotel. Parecía que el tiempo no había pasado entre nosotros. Parecía que nuestros cuerpos se conocían a la perfección. Parecía como si la numerología se hubiera equivocado y ahora sí seríamos una pareja destinada a estar junta.


Pero bueno, si todo tiene un pero... A las 4 de la mañana me desperté exaltado. Recordé que había dejado mi auto en un estacionamiento que no era 24 horas. Recordé que al día siguiente tenía una junta a las 9 de la mañana. Recordé que ya no nos pertenecíamos desde hacía varios años... Mientras decía todo lo que estaba recordando en voz baja, ella se despertó, me dio un beso en los labios, me abrazó y solo me dijo: “Duérmete un ratito más. ¿Qué importa si ya no nos pertenecemos? Solo disfruta el momento. De todas formas, siempre llegas tarde a todo: al trabajo, por tu auto, y a mi vida”.



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