No podía articular palabra, mis manos temblaban a tal grado que casi no podía mantener nada en mis manos, tome una bocanada de aire como si me fuera a meter a nadar pero solo lo hice para apaciguar el temblor de las manos y poderme servir un poco de Fernet con Coca cola, le di un trago largo y al exhalar sentía ese último sabor de las hierbas que te deja el Fernet, me senté ya con un poco de más tranquilidad, seguía sin creer lo que había sucedido, si en verdad hubiera hecho caso, si en verdad no hubiera sido tan avaricioso y me hubiera quedado con las 2 monedas de oro que me encontré quizás otra historia hubiera sido, Un poco envalentonado me dirigí a uno de los cerros por el cual era el camino viejo de este pueblo en el cual pasaba por lo que antes eran haciendas y ahora eran huertas, no llevaba más que un bidón de agua, dos latas de atún, un paquete de galletas, tres chocolates, una cajetilla de cigarrillos, un encendedor, una pachita con Fernet y una coca cola fría en esa
“…y tú, te vas, jugando a enamorar, Te enredas por las noches entre historias que nunca tienen final, Te perderás, dentro de mis recuerdos Por haberme hecho llorar…” Mi cumpleaños era el viernes y creo que Laura la recepcionista les dijo a los huéspedes que íbamos a tener una fiesta sorpresa, como cada vez que es mi cumpleaños dejó el celular en mi casa rodante, así que para mí era un día normal, llegué como a las 7 de la noche del paseo en lancha y después de un baño y una botella de tinto me quedé dormido. De pronto empecé a escuchar demasiado ruido, muchas voces como si estuvieran gritando y retándose a golpes, como pude me acomodé la ropa y salí de mi casa rodante, vi que estaban varias personas en el pasto pero las luces estaban apagadas, yo estaba pensando lo peor así que agarré mi bate de baseball y me fui acercando, justo cuando llegué a unos 5 metros, me cegó la luz porque la prendieron de pronto y al unísono un grito que decía “¡Sorpresa!” , no supe que hacer,