¿Qué me dirías si me vieras con una máscara de luchador sobre reforma?

 

“Buscaré un silencio largo,

En donde el humo de un recuerdo,

No sean otra cosa más que nubes bajas”

 

 

Ella se llamaba Azalea y era la contadora de esa empresa familiar, tenía ya unos 6 años trabajando ahí, empezó de practicante y fue ascendiendo hasta llegar a ser la contadora que tanto estaban esperando, ella era más bien reservada tanto con sus amistades como en su vida personal, de ella poco o nada se sabía, su cumpleaños pedía a la de recursos humanos no notificar hasta un día después, tenía una costumbre de no festejar su cumpleaños desde que entró a esa empresa, su celular no paraba de sonar por los mensajes de sus familiares y una que otra llamada de sus padres que le recordaban que era un año más grande, así que esa noche al salir de su trabajo se dirigió a ver las luchas, no era que le apasionaba es mas no le gustaba pero hacía eso en sus cumpleaños, ir a un evento que no iría en un día común, ya había ido a un partido de futbol, a un concierto de sonidero en las calles, ir a ver una película finlandesa, ir a un concierto de trova, incluso había asistido a un famoso Rave, así que esta vez se fue a las luchas.

 

Llegando a la Arena México lo primero que hizo fue sorprenderse del ambiente que se vivía ahí, tantos puestos de antojitos mexicanos, hot dogs, hamburguesas, tortas e incluso micheladas vendiendo en plena calle, pero ella se sorprendió tanto de la cantidad de máscaras de luchadores que vendían, esos colores brillantes la enamoraron así que decidió comprarse una máscara de un luchador que no conocía pero le encantó, era color fucsia con tonalidades en blanco y un abrillantado como si partículas de sol se hubieran quedado impregnadas ahí, se puso la máscara y casi casi se convirtió en uno más de ahí, se compró una michelada mientras caminaba de aquí para allá como si el tiempo no importará, al entrar al recinto de la Arena se enamoró del mundo que se ocultaba ahí, la gente era feliz, quizás era uno de los lugares más felices que ella había visitado, se contagió de esa algarabía, se contagió de esa alegría, ella era uno más ahí, gritándole a todo mundo, a los rudos y a los técnicos, ella mentaba todas las madres que no podía hacerlo en el trabajo, en la vida, se compró un par de cervezas, una sopa instantánea, una bolsa de papas fritas, un vasito de cueritos.

 

Al acabar la función ella sabía que tendría que regresar a su vida de nuevo, ese cumpleaños había sido muy distinto pero quizás su mejor cumpleaños, por ridículo que pareciera no se quitó la máscara, así fue a los tacos al pastor y después agarró una bicicleta para regresar a su casa, tenía todavía la euforia, hasta que llegando al Ángel de la independencia, dejó la bicicleta aparcada y se detuvo un instante a ver ese monumento, se tiro en el pasto, corrió alrededor, hizo todo lo que nunca había hecho en un cumpleaños, se reía sola hasta que recordó que le faltaba una felicitación, si la de aquel chaval que conoció hace varios años pero era puntual en su felicitación, ella pensó tantas cosas que hasta lo stalkeo, se dio cuenta que el chaval había subido una foto y un reel, ¿Ya se habría olvidado de su cumpleaños? Sin querer le dio like a la foto que subió y aunque lo quitó rápidamente la notificación si le llegó al chaval, ¿Cómo lo supo? Vaya no pasaron ni 2 minutos cuando el chaval le mandó un mensaje diciéndole “Hoy me acordé de ti, te iba a felicitar pero no me lo vas a creer, justo cuando iba a mandarte un audio apareció un platillo volador y de pronto ¡pum! No sé a dónde viaje, creo que fue al pasado, tú me sonreías a lo lejos y apuesto que sigues teniendo la sonrisa más bonita del mundo, ¡Felicidades! Digo ya casi me alcanzas…” ella sonrió un poquito cuando leyó ese mensaje, se dio cuenta que ese chaval sigue siendo igual de estúpido, sigue siendo ese tonto que puede robarle una sonrisa solo con un mensaje y solo dijo entre dientes “¿Qué me dirías si me vieras con una máscara de luchador sobre reforma?”.




Comentarios

  1. El chaval un poco tonto que te hace sonreír te acabará sacando de quicio... a veces es mejor dejar las cosas en el pasado, en la crisálida perfecta de lo que puedo ser y no llego a ser...

    Los móviles deberían avisar cuando se envían esos mensajes o, mejor, no avisar, borrarlos sin enviarlos ;)

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    1. Cuánta razón, muchas veces somos más necios que pendejos pero existirá un momento en el cual no pensemos que una aplicación o un teléfono nos va a impedir hacer una pendejada, digo porque ya no lo vamos a hacer.

      Te dejo un abrazo de esos que solo los tontos damos...

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