Ella sostenía una vela azul en aquella "Posada de trabajo" donde habíamos coincidido gracias a la invitación extendida por mi mejor amiga Ximena, ya que pretendíamos hacer la última reunión del año antes de mudarme a Mérida y ese era mi último día en coincidirle. Recuerdo bien el momento y la imagen de su silueta, así como su nombre que armonizaba entre las melodías que flotaban a nuestro alrededor por el coro de cantos al fondo del festejo, llevaba su llama sostenida con la mano derecha caminando hacia el portal aluzando cada paso que daba, con la izquierda guardaba el fuego a modo protector de las intempestivas brisas invernales que se movían al exterior de un patio adornado con luces navideñas que sumaban al momento, su vestido negro contrastaba muy bien con sus labios rojos y pálida piel, su cuello se ocultaba por los detalles de encaje que tenía su blusa blanca alrededor y su pelo liso caía con suavidad y gracia poseyendo un tono colorido igual al que guardan las avellanas que se recogen en el campo a la víspera del estío veraniego.
Y es que la imaginación vaya que sabe proyectar el deseo, conjugando todas las intenciones y posibilidades disponibles en ese momento, pero al mismo tiempo poco planeables para alguien introvertido como yo, que suelo pasar desapercibido con un perfil bajo e incapaz del desarrollo de una historia en estos casos. Pero está vez era diferente, ella notó mi mirada y respondiendo con una sonrisa me invitó a la apertura de decirle "Hola" que a voz sencilla era bajito pero para mí era como tener una bomba entre las manos, no sabía que más decir y es que en mi torpeza no sé preparar estos eventos de antemano y como si la suerte se presentará golpeando a la puerta en mi ayuda, llegó Ximena, tan amable como siempre y sociable, como leyendome entre líneas el gusto que había tenido por esa chica.
- Vaya, ¿ustedes ya se conocían?. Nos refirió como sorprendida de verme hablándole.
- No, pero justo quería presentarme. Respondí.
- Entonces, deja que yo los presente, que hoy eres mi invitado, su nombre es Aurora y hace unos meses que trabaja en mi área, no sale mucho pero hoy decidió acompañarnos y es bienvenida así como tú. Decía mientras nos acercaba con cuidado para no derramar la cera de las velas que cada uno llevaba entre las manos.
Yo quedé encantado y agradecí la presentación mientras quedaba atónito por esa sonrisa única formada por sus labios delineados que reflejaban una libertad continúa, esa que recuerda que ni siquiera el horizonte tiene límites y aunque invita al vuelo, también es un puerto dónde cumple su deseo el marinero al encayar después de su naufragio.
Después de eso la conversación nos fluyó más que bien, mientras nos pasaban las horas no nos faltaba el whisky y las risas entre anécdotas y esas ganas que quedaban expuestas en ambos sentidos o entre canciones que quienes nos espectaron al rededor también jugaban a dedicarnos, no sé decir si lo ví o imaginé, pero se bien que la luz le hacía juego a sus ojos claros, dando la impresión de un destellar de tonos dorados como el trigo que ha sido acariciado lo suficiente por el sol a su cosecha.
Ximena me dice que a eso se llama química, pero yo le debato pensando que es más que eso, Aurora es mucho más, ella es un incendio, un huracán, es un seísmo que estremece cada rincón del alma y el cuerpo sacudienlo todo, Aurora es un sueño del que no se quiere despertar jamás, un encuentro afortunado, la mejor dicha por la que se podría cambiar todo sin dudarlo.
Al día siguiente de nuestro encuentro le conté sobre mis planes de viaje, respondiendo ella con una tiricia evidente que hace cuestionar al mismo destino sobre cuales serían las causas detrás de conocernos sin coincidirnos del todo, entonces fue que yo mismo tomé con duda el vuelo, pensando como todos los planes, las ideas, las cosas que pretendía hacer en Mérida habían dejado de tener sentido en un instante, en como fue que deje de sentir mi corazón, sin saber en ese momento si el mismo se había quedado con ella o si se fue gritando su nombre dejando rastro entre los ecos que retumban rompiendo el tiempo, impactando fuertemente cada que sonaba la notificación de un mensaje suyo, son esos momentos como logro entender a Edel Juárez cuando escribe que "Entonces amor, casualidad, destino van perdiendo fuerza si comparten oración con su nombre o su mirada, que no existe una palabra lo suficientemente bella para describir su belleza, así las cosas, resulta que se me enreda confundiendo a las horas, mientras se sincroniza con todos los adverbios de tiempo o de lugar donde me gustaría estar abrazado a ella.
Y pasa que tras un par de semanas de reorganizarme me he desmoronado de solo pensar en no volver a verla.
Por ello heme aquí, decidido en dejar todo lo que no quería hacer en Mérida y de vuelta, ahora estoy afuera de su oficina, esperando ver su cara llena de sorpresa al confesarle que he vuelto solamente por ella, Aurora, que si el destino ya hizo lo suyo, yo haré mi parte por tenerle, siendo suyo, siempre.
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