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Siempre tienes algo que decir

 

“…Desde ese día quedé,

Preguntándome ¿Qué sería de tu vida?...”

 

Esa mañana era extraña, me desperté sin ganas de ir a trabajar, así que les marqué a mis supervisores para notificarles que iba a llegar por la tarde ya que tenía que ver un par de empresas por la mañana, de la alacena agarré ese whisky del 13 que venía grabado con mi apodo, estaba intentando descifrar ¿Quién lo había mandado? ¿Cuánto tiempo tenía ahí? Y me serví el primer trago, solamente mi alma me estaba acompañando en ese momento como desde tiempo atrás, me preparé unos hot cakes y un café colombiano que me habían regalado, le puse otro tanto de whisky para que agarrará sabor, justo en ese momento me di cuenta que tenía más de 8 meses sin beber alcohol, terminé de desayunar y me di una ducha de agua caliente como hacía tiempo que no la tomaba, mientras me bañaba estaba pelando una naranja ¿saben lo maravilloso de hacer eso? Darse una ducha de agua caliente y estar pelando una naranja es algo tan chingón que espero algún día lo puedan hacer, después le marqué a mi mejor amigo para decirle que si tenía tiempo para ir a comer, tanto tiempo sin vernos creo que necesitaba una charla, mi amigo me contestó de forma afirmativa y nos quedábamos de ver a las 14 horas en aquella cantina del centro donde visitábamos con frecuencia hace algunos años.

 

La mañana pasó sin pena ni gloria, haciendo llamadas aquí y allá, revisando informes, y si terminé destapando una botella de pinot noir que me había mandado una prima de EEUU, seguía en mi papel cuando de pronto me llegó un mensaje de una mina por Instagram “te recuerdo que es año bisiesto” la verdad no le di importancia, me estaban matando los números y las proyecciones para la empresa en el año que estaba empezando que no tenía cabeza para pensar.

 

Me di un respiro por ahí de las 12 del día, dos botellas de Pinot noir se habían acabado y vino a mi recuerdo lo que sucedía cada año bisiesto, recordé aquella mina que era el amor de mi vida, estaba recordando a esa mina cuando me llegó un mensaje de audio de mi mejor amigo “hermano, me vas a matar, no recordaba que tenía una cena con los de la empresa por inicio de año, te voy a cambiar los planes, ando por tu casa avísame si estás ahí y paso a visitarte, recibe un caluroso saludo.” De inmediato le contesté que estaba en casa, que me avisará 20 minutos antes de pasar para encargar algo para comer y platicar en casa, de inmediato tuve la respuesta, solo que dijo “si no es molestia, pide comida para otra persona más” y así lo hice, encargué unas gorditas de carnitas de ese lugar donde solíamos comer desde que éramos adolescentes.

 

Mi amigo llegó tan puntual que llegó junto con la comida, estaban los tiempos exactos, me presentó a su colega (que ya nos había presentado hace 4 años) que venía con él  y nos sentamos a comer, la charla se iba alargando mientras seguíamos vaciando el whisky, en total fue esa del 13 con mi apodo, la del 18 y una del 12, platicábamos de amores, del pasado, de los tiempos que vivimos que eran nuestro prime hasta que mi amigo recibió una llamada para ir a dar servicio a un cliente que estaba detenido en una delegación a unos 10 minutos de mi casa, al colgar la llamada me dijo “hermano, te encargo a Yessica, voy a atender a un cliente al MP donde una vez fui por ti ya que estabas orinando en vía pública ¿Recuerdas?” en ese momento soltamos la carcajada y se fue, se quedó Yessica, era una mina 2 o 3 años menos de la edad de nosotros, cerca del 1.70 de estatura, complexión delgada, un par de nalgas maravillosas, de tez clara, ojos negros como la noche, mejor dicho unos ojos brujos, un poco reservada pero tenía ese no sé qué, que qué se yo, platicaba con ella de puras pendejadas, nada en concreto, de fondo sonaba una canción de vallenato “Dejando huella”, justo cuando dice “…y ahora te vas dejando huellas que nunca, nunca, nunca se borrarán..” en ese momento yo lo canté con chingo de sentimiento y ella al verme solamente sonrió y dijo “inge, ¿todo bien?” sinceramente no supe que responder, así que todavía con la tonada de la música yo bailando la tomé y le di una vuelta para darle un beso, de ahí el universo conspiró a mí favor, fue una serie de besos, toqueteos, caricias prohibidas, promesas imposibles de cumplir, vaya fue un tiempo maravilloso.

 

Desperté, abrí los ojos y la vi abrazada conmigo, ahí en el sillón de la sala, quizás hacía mucho calor para los 7 grados que estábamos ya que nos encontrábamos en traje de Adán y Eva, le di un beso pequeño y ella medio despertó, entre abrió los ojos y dijo “¿Recuerdas el día que nos conocimos? Platicamos del destino, de brujería, ovnis y demás, ahí tú me dijiste que tenías una maldición de los años bisiestos, hace 4 años de eso, yo te dije que aunque te decían el reparador de espejos rotos yo me iba a encargar de que eso no sucediera más, creo que lo estoy logrando” yo solo le sonreí y le dije “¿Recuerdas la frase que te dije ese día? Prométeme que no te vas a enamorar” ella me dio un beso infinito mientras entre dientes me decía “ cabrón, siempre tienes algo que decir”.




Comentarios

  1. Los años bisiestos no están más malditos que el resto de años.. cualquier maldición puede vencerse en la compañía adecuada...

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    1. Sabes, desde que era niño yo creo que los años bisiestos tienen cierta mística, afortunadamente casi siempre más para bien.

      Te dejo un abrazo de esos que solo se dan en años bisiestos.

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