Me tienes aquí, esperándote
“Todavía creo que lo podemos hacer,
Y no tenemos nada que temer ni perder,
Quiero que me digas que todo está bien,
Porque sabes que me matas”
Quizás nunca te lo he dicho pero
te ves muy linda en las mañanas, sobretodo me encanta como te ves cuando te
tomas el café viendo a la ventana, distraída ves como pasan los autos y las personas, con esa
prisa tan terrible que tu tranquilidad hace un equilibrio maravilloso, esa cara
recién lavada siempre ha sido mi favorita; debo de aceptar que también te ves
hermosa cuando en punto de las 8 de la noche enciendes el cigarrillo nocturno,
justo dos calles antes de llegar a la torre de departamentos donde vives,
incluso ahí en la entrada terminas por dar las últimas 3 bocanadas de ese
cigarrillo, después religiosamente de tu bolsa sacas esos chicles sabor fresa,
que dicho sea de paso también son mis favoritos.
Algo que me da curiosidad es que
cada sábado vas al mismo supermercado a la misma hora, bueno entre las 18:00
horas y las 18:15 vas cruzando la puerta del mismo con un carrito vacío, de ahí
primero das una vuelta a todo el supermercado sin dejar nada en el carrito, vas
como cazando ofertas, incluso luego tomas juguetes, algunas muñecas para tu colección
y otro juguetes para los cumpleaños de los sobrinos, pero lo que regularmente
tomas de forma muy normal son las dos botellas de vino tinto, chocolate de
mesa, chocolate amargo, latas de atún, verdura en bolsas para hacer ensaladas,
dos litros de helado, crema de avellana, una caja de té de menta, una tabla con
carnes frías y quesos para acompañar el vino supongo, cerveza Artesanal y
cerveza comercial, vaya de vez en vez echas otras cosas pero no es de mucha
importancia, saliendo del súper te diriges a esa cafetería que es tu favorita,
pides una horchata caliente, incluso un par de veces te han cambiado el nombre
y otras tantas has olvidado pedir deslactosada la leche.
Hubo un día que metí mi cuchara,
justamente habías pedido tu horchata caliente, yo estaba leyendo “El día que me quieras” cuando escuché que
pediste la orden, yo estaba sentado en la primera mesa cercano a la caja, al
escuchar que terminaste tu orden yo solo atine a decir en voz alta “Con leche deslactosada”, tú le dijiste
al cajero que añadiera leche deslactosada, después diste tu nombre y te
acercaste a mi mesa, dijiste un “disculpa
¿cómo supiste?”, yo no sabía, no podía decirte que conozco tus gustos, así
que fingiendo la voz dije “perdón, yo
trabajé en este lugar, solo que ahora traigo barba”, en ese momento me
regalaste una sonrisa maravillosa, créeme que tenía ganas de pararme y darte un
beso, es más tenía ganas de comerte la sonrisa a besos, pero no, solo atine a
bajar la mirada y seguir leyendo mi libro, pero sentía tu mirada y también te veía
por la parte de encima del libro, dijeron tu nombre y recogiste tu bebida, después
sentí como me tocaste el hombro, en ese momento brinqué y después dijiste “¿te he visto en otro lado? Te me haces un
poco familiar”, me puse nervioso, pensé que me habías reconocido, pero
fingiendo la voz nuevamente te logré decir, “imposible, solo en esta cafetería, trabaje un mes acá y eras la única que
llegaba con un carrito de supermercado los sábados como a estas horas y pedias
una horchata caliente y eso que era verano”, solo te me quedaste viendo a
la cara, lo supe por la conexión que hicimos con los ojos, pero logré que me
quitaras los ojos de encima cuando me levante un poco abrupto del lugar y
fingiendo nuevamente la voz te dije “la
horchata caliente también es mi preferida, pero sabes, sabe aún más rica si le
pones azúcar mascabada en vez de edulcorante”, agradeciste la recomendación
y fuiste a preparar tu bebida, pero no me quitabas la vista de encima, lo supe,
porque yo también te veía.
Sé que amas también andar en
bicicleta, aunque últimamente has andado más en patines, quizás por aquel
ligero accidente que tuviste en bici, supe bien que me reconociste, el domingo
inmediato al día de la horchata caliente, me intentaste perseguir, yo hice como
si no te reconociera y aumente mi velocidad, de pronto no viste una coladera
abierta y volaste, quise intentar ayudarte pero me ibas a reconocer, así que
solamente le dije a un oficial que estaba en la esquina, él fue a ver pero ya
otro ciclistas te estaban auxiliando, después de ese domingo dejaste de ir dos
domingos a la vía recreativa, pero al tercero apareciste, ibas con unos patines
retro, rosas con blanco, de dos ruedas al frente y dos atrás, me atrevo a decir
que patinas mejor de lo que andabas en bicicleta, se ve que lo disfrutas más,
excepto cuando un niño se te cruza, que no sabes bien como frenar todavía.
Pero bueno lo único que no me
gusta de ti es que volviste a recuperar la memoria, recordaste quien era yo,
recordaste mi rostro, recordaste la forma del accidente, ¿Cómo lo supe? Fácil,
un viernes cualquiera, iba yo manejando a dos calles del centro cuando en el semáforo
en rojo pasaste por enfrente de mi auto, te me quedaste viendo y yo evadí la
mirada como si estuviera revisando algo en el estéreo del auto, después vi que
te acercaste a un patrullero, le dijiste algo y él se subió a su moto patrulla
y me dijo que me bajará, hice el ademan de bajarme pero lo único que hice fue
quitarme el cinturón de seguridad y acelerar, empezaba a meterme entre los
autos, la patrulla me venía siguiendo, me metí a uno de los barrios más
bravitos de la zona centro, se escuchaban las sirenas, después saliendo de esa
zona me dirigí a mi depa, me baje del auto, lo deje antes de cruzar la avenida,
me quite el suéter que traía y se lo di a un indigente que estaba pidiendo
limosna, después camine despacio, primero di una vuelta para ver que nadie me
siguiera, después ya me dirigí al edificio, entre con calma, entre a mi depa y
encendí un cigarrillo mientras sentía como el corazón se me quería salir, encendí
el televisor y puse unas fotos tuyas, justamente las estaba viendo cuando de
pronto, vi en cámara lenta como tiraban mi puerta y entraban apuntándome unas
personas vestidas de civiles, alcancé a alzar las manos y me dieron unos
cuantos golpes antes de presentarme ante el ministerio público, me hice pasar
por loco, como ya lo había hecho antes, esta vez sí pego, mi abogado logró que
me mandaran a un psiquiátrico y con ello evitar pisar la cárcel.
Ahora estoy acá, Zona G, pasillo Séptimo,
segundo cuarto, en el piso logré dibujar tu rostro y un día me dejaron pedir
una horchata caliente, aun guardo ese vaso, le puse tu nombre y escribí esta
historia y sí me tienes aquí, esperándote.
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