Ximena...
Esta tarde de Octubre era fría, como casi toda la semana y Ximena tenía su mirada distante, tan aislada, como extrañando aquellos días en que éramos felices.
Yo había intentado de todo y no tenía forma de repararlo, cada vez que la miraba le amaba aún más, ella siempre me recordaba a ti, tenía una pizca tuya pero su propia personalidad, tanta dulzura en sus ojos y una sonrisa de simetría igual a la tuya que me hacían recordarte, yo quería lo opuesto, pero Ximena eran tan tú, sin serlo al mismo tiempo.
Siempre trataba de salir a tiempo del trabajo, pasaba por ella al colegio y volvíamos a casa, nuestra rutina siempre nos llamaba a sentarnos en el sofá, yo le hablaba de tu y de mi y me contaba mil historias, siempre reíamos a carcajadas, había días en que bailabamos descalzos hasta que nos dolían los pies, ella giraba y giraba tan hermosa, me decía que era una princesa, yo le admiraba y le animaba, pero al final cuando la tristeza se mostraba en mi mirada y parecía que nada la ahuyentaba, siempre sonaba aquella melodía de voz tenue y tranquila con la que Ximena me traía de vuelta a su ahora y sin pensarlo solo me decía cuanto me amaba. Ella lo sabía todo, que pensaba en tí estando con ella y que hasta su risa tenía tu misma frecuencia.
Es que tampoco podía confesarlo, pero me entendía, era de esas cosas especiales, como cuando las almas se comunican con los ojos, aunque al hacerlo veía como ella también se entristecía y había veces en que en su propia tristeza también me perdía, esos días en que no podía.
Pero, ¿Cómo decirle a Ximena?, ¿cómo explicarle?
cómo contarle que aquella Mina había vivido en esa misma casa, que el acomodo de muebles y cosas era legado de ella, que la silla en el balcón era la misma donde ella se sentaba y que aún conservaba la misma almohada donde ella antes se recostaba?
Yo sabía bien que de tan solo decirlo un huracán llegaba, que no había suerte, ni fortuna para mí tras tú partida, pero de alguna forma aún a sabiendas, Ximena lo callaba, era justo allí donde sabía cuánto me amaba y le amaba por ser mi completa cordura y fortaleza, la soga que me rescataba y me impedía caer al precipicio.
Ella, ella también te extrañaba y cada vez que te visitaba siempre me reclamaba, me decía que las flores, el girasol y los tulipanes, nunca eran suficientes, mientras yo solo anhelaba que los vieras, que descansaras.
Hoy Ximena cumple 7 años y desearía que volvieras, que ese accidente nunca hubiera pasado, que no te hubiera arrancado de nuestro lado, que la ambulancia hubiera llegado a tiempo, que los médicos te hubieran salvado.
Yo había intentado de todo y no tenía forma de repararlo, cada vez que la miraba le amaba aún más, ella siempre me recordaba a ti, tenía una pizca tuya pero su propia personalidad, tanta dulzura en sus ojos y una sonrisa de simetría igual a la tuya que me hacían recordarte, yo quería lo opuesto, pero Ximena eran tan tú, sin serlo al mismo tiempo.
Siempre trataba de salir a tiempo del trabajo, pasaba por ella al colegio y volvíamos a casa, nuestra rutina siempre nos llamaba a sentarnos en el sofá, yo le hablaba de tu y de mi y me contaba mil historias, siempre reíamos a carcajadas, había días en que bailabamos descalzos hasta que nos dolían los pies, ella giraba y giraba tan hermosa, me decía que era una princesa, yo le admiraba y le animaba, pero al final cuando la tristeza se mostraba en mi mirada y parecía que nada la ahuyentaba, siempre sonaba aquella melodía de voz tenue y tranquila con la que Ximena me traía de vuelta a su ahora y sin pensarlo solo me decía cuanto me amaba. Ella lo sabía todo, que pensaba en tí estando con ella y que hasta su risa tenía tu misma frecuencia.
Es que tampoco podía confesarlo, pero me entendía, era de esas cosas especiales, como cuando las almas se comunican con los ojos, aunque al hacerlo veía como ella también se entristecía y había veces en que en su propia tristeza también me perdía, esos días en que no podía.
Pero, ¿Cómo decirle a Ximena?, ¿cómo explicarle?
cómo contarle que aquella Mina había vivido en esa misma casa, que el acomodo de muebles y cosas era legado de ella, que la silla en el balcón era la misma donde ella se sentaba y que aún conservaba la misma almohada donde ella antes se recostaba?
Yo sabía bien que de tan solo decirlo un huracán llegaba, que no había suerte, ni fortuna para mí tras tú partida, pero de alguna forma aún a sabiendas, Ximena lo callaba, era justo allí donde sabía cuánto me amaba y le amaba por ser mi completa cordura y fortaleza, la soga que me rescataba y me impedía caer al precipicio.
Ella, ella también te extrañaba y cada vez que te visitaba siempre me reclamaba, me decía que las flores, el girasol y los tulipanes, nunca eran suficientes, mientras yo solo anhelaba que los vieras, que descansaras.
Hoy Ximena cumple 7 años y desearía que volvieras, que ese accidente nunca hubiera pasado, que no te hubiera arrancado de nuestro lado, que la ambulancia hubiera llegado a tiempo, que los médicos te hubieran salvado.
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