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Monchito

Rodando la bici para despejarme un poco, traía muchas cosas en la cabeza y necesitaba dejar de pensar un poco, no tenía un rumbo fijo, solo quería pedalear, sentir el viento como pega en mi rostro, sentir ese cansancio en mis gemelos, sentir como mi cuerpo empieza a sudar, la garganta empieza a secarse, me gusta mucho eso, además de admirar el paisaje, pasar por ríos, embarrarme de lodo, terminar todo empanizado por no recordar que no se volar y salgo por los aires al agarrar una bajada mal, eso me gusta, también pararme y tomar una foto, inmortalizar ese momento, ¿para qué? Para poder recordarlo tiempo después, recordar esa caída, recordar el aroma de ese viaje, cero que tienen razón al decir que vivo en el pasado, toda mi vida me la paso recordando, pero vaya siempre me he guiado por “recuerdo” y no un “¿qué hubiera pasado?”, esta vez había tomado la ruta del cerro, pero estaba muy lodoso, así que en la primera salida me dirigí hacia un camino de terracería donde eran más piedras que tierra y se podía andar un poco mejor, ahí me llamo la atención mucho una cruz, estaba en medio de la nada, me regresé y me baje de la bici, aproveche para enjuagarme la boca y tomar un poco de agua, leía la inscripción, eran apellidos muy regulares en la zona pero me sorprendió la edad 8 años tenía cuando falleció, me quedé pensando ¿de qué manera podría haber fallecido?, no me quedaba claro, no había un rio, ni se veían vestigios de alguna casa alrededor, dentro de mis pensamientos recordé que traía dulces en mi mochila, saqué un nucita y una ricaleta, se las deje frente a la tumba y dije “disfrútalos, no son los mejores pero son de corazón”, hice una cruz en el suelo y volví a subirme a la bicicleta.

 

Ese día no hubo nada extraordinario, todo salió dentro de los planes, solo que tenía una gran incógnita ¿Cómo habría muerto ese niño?, decidí ir a la presidencia municipal pero me dijeron que lo único que podía hacer era pedir una copia de la acta de defunción pero no ahí no habría mucha información, aparte tardaría cerca de 10 días hábiles, obviamente no hice ningún trámite pero lo que si hice fue que a partir de ese día procuraba diario pasar por ahí, dejarle un dulce o dos, platicar un rato como si fuera un amigo, era extraño, me recordó a que cuando era niño mi madre decía que hablaba con alguien y no había nadie conmigo, quizás siempre estuve loquito y nadie se dio cuenta, pero yo hablaba con él, los dulces curiosamente al otro día estaban destapados pero como arrancados solo la cubierta y como si los hubiesen probado, saque muchas teorías una de ellas era que la fauna del lugar las abría y al probarlos lo dejaban ahí, aunque otra teoría era que él los probaba y los dejaba así para que me diera cuenta y le dejará más dulces, sucedía algo muy extraño, no había hormigas sobre los dulces y eso que por ahí abundan las hormigas.

 

Hubo un día, por la inscripción de la cruz decía que era el día de su cumpleaños, así que tomé un balón de futbol que tenía en casa, desde que me prohibieron jugarlo empecé a regalar los balones, ese lo había tenido guardado porque tenía mucho aprecio para mí, fue el último penal que paré, lo desinfle y lo puse en mi mochila, al llegar allá lo inflaba con la bomba que traía para la bici, iba yo pensando en que poderle platicar, tendría que ser una charla distinta, era su cumpleaños y no podría ser igual a las demás, faltando quizás un kilómetro para llegar me sorprendió ver a un niño con la bicicleta volteada, el niño estaba como inspeccionándola, yo al verlo revisé a mi alrededor para ver que no hubiera nadie, ya después pensé que andando en bici en cualquier momento me iban a alcanzar, me baje de la bici y le pregunté ¿qué le sucedía? Él se me quedó viendo y señalo la llanta delantera, la toque y estaba totalmente ponchada, le quite la llanta y saque la cámara, era una espina la que había provocado todo, saque mi kit y le arreglé la bicicleta, en lo que estaba arreglando le preguntaba de donde era, ya que no se me hacía conocido y el solo decía que de un ranchito arriba de donde estábamos, le pregunté si quería un dulce y abrí mi mochila, él tomó un nucita y una pachicleta, inflé la llanta y le dije mi rumbo y me dijo “no, ahí no me gusta pasar, luego pasa una camioneta y nos atropella”, yo le comenté que tenía 3 meses de pasar diario por ahí y no había visto ninguna camioneta y él era la quinta persona que veía, se me quedó viendo y me dijo “¿conoces la cascada de acá arriba?, yo me le quedé viendo, si bien no conocía al 100% el lugar, no sabía que existía una cascada, así que le dije que no y el comento que lo siguiera.

 

Anduvimos como por 2 kilómetros, la verdad no fue nada fácil, el niño parecía que volaba en la bici y eso que no era de velocidades, yo estaba muy jodido, pero después al llegar a la cascada me quedé maravillado, intenté sacar mi celular y me di cuenta que no lo traía, incluso no traía mi mochila, el niño me dijo “¿está muy bonito verdad?, aquí me gustaba venir con mi papá”, después hizo una pausa y me dijo “¿buscas tu morrala? La dejaste tirada donde me ayudaste con la bici”¸ solo le sonreí, tenía ganas de meterme pero le calculaba que dentro de poco iba a caer la noche y estaba todavía como a una hora del pueblo, así que le dije “guache, me tengo que ir, pero mañana venimos, me gustó mucho este lugar”, el niño se me quedó viendo y me respondió “si, lo acompaño ahí donde dejo su morrala, yo le doy para el otro lado y usted se sigue hacia donde iba”, igual en el camino veníamos platicando, era como si fuera un niño extraño, no conocía de las nuevas caricaturas, había oído hablar de los celulares, la televisión solo la veía los domingos en una tienda en su rancho; llegamos a donde estaba mi mochila, la tomé sin revisar que estuvieran las cosas adentro, me iba a seguir hacia el pueblo pero vi que el niño se quedó dudando a donde ir, así que le dije “¿te da miedo irte solo? Si quieres te encamino, como a la mitad del camino yo me desvió y tú te sigues hacia tu rancho”, él solo me regalo una sonrisa, le dimos hacia donde estaba la cruz, incluso poquito antes de llegar le dije, “nos paramos dos minutos en la cruz, es que le traigo un encargo”, el niño solo me tomó un poco de distancia y cuando llegamos a la cruz, me quite la mochila, saqué el balón y el niño estaba parado a un lado de la tumba, con los dulces que le había estado dejando a diario, lo voltee a ver y le dije “feliz cumpleaños”, el niño tomó el balón y me dijo “gracias…”, en eso vi como su rostro de felicidad se cambió a un rostro de terror mientras me decía “¡cuidado!”¸voltee a ver y una camioneta venía directo a mí, de pronto, me apagó la luz.

 

Al despertar estaba yo en una camilla, al preguntar dónde estaba una enfermera con una cara de malas me dijo que estábamos en el centro de salud, de inmediato le pregunté que había pasado y se salió, al poco tiempo entró un médico joven que de inmediato me dijo que me habían encontrado tirado en el cerro, con síntomas de lo que llaman “el mal del ciclista”, le pregunté que qué carajos era eso, me dijo “mira, puede ser un golpe de calor o puede ser un cansancio excesivo, en el cual siguen pedaleando como maquinitas pero en verdad están delirando, esto sucede hasta que chocan o se van a un barranco, regularmente tienen perdida del conocimiento y una temperatura elevada, incluso un señor que iba a trabajar te vio tirado en la carretera, decía que te había visto en ocasiones anteriores pero en la tarde, nunca tan de madrugada, te subió a la camioneta y te trajo para acá”, yo le intentaba explicar al médico que no era verdad, que incluso había sido todo en cuestión de dos horas quizás y no en toda la noche como él decía, le dije que me había atropellado una camioneta, me volteo a ver y me dijo “ves, no traes golpes de que te hayan atropellado, solo leves raspones de cuando te caíste”, y la historia de ese niño ya la he escuchado, pero es parte de la alucinación, de pronto se fue él medico a tramitar mi alta médica, y en la puerta pude ver que “Monchito” estaba ahí sonriendo, parado con el balón que yo le había regalado…



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