Todavía no es mi tiempo
“…Muerte querida que viene a matar,
Lo que queda de nosotros dos,
Matar mentiras, matar el dolor,
A quedarte con mi corazón,
Me vas a sacrificar, el alma te vas a llevar…”
Esa noche había tenido sueños muy
extraños, soñaba que me iba a morir ¿alguna vez has soñado que vas cayendo al vacío?
Pues bueno, yo había tenido esos sueños, era tan extraño, tenía muchos años de
no soñar eso, pero bueno, ese día fui a llevar el auto al mecánico a dos
colonias de donde vivía, siempre solía hacer lo mismo, salía sin celular ni
cartera, solo el importe para llegar a casa, el barrio era muy canero y buscaba
que no me robarán, pero esa mañana paso algo que nunca me había pasado, iba
caminando por esa calle sola como la chingada, no había una sola alma más que
la mía, eran cerca de 70 metros para llegar a donde estaba la base de taxis
donde lo tomaba por ahorrarme unos pesos, cuando faltando 15 metros, veo a dos
tipos a dos metros de mí, apreté mis puños y de mi bolsa del pantalón saque un
cigarrillo y me puse enfrente de un altar de la santa muerte de esos que solo
se ven en este municipio, puse una rodilla en el suelo y me puse a decir todo y
a la vez nada frente al altar que tenía enfrente, cuando uno de los dos chavos
me abordó diciendo “ya valiste madre
carnal” esto mientras ponía algo como el cañón de una pistola en mis
costillas, sentía el frio del acero, no sé de dónde pero guarde la calma y con
el mismo acento les dije “ni madres
barrio, vengo a pedirle a la flaquita que no me encanen hoy, apenas voy a
chambear barrio”, fue cuando el tipo que no traía la pistola se me quedo
viendo a los ojos y sin mediar palabra me dijo “chingale barrio y que no caigas en cana”, de forma instantánea me
quitó el otro tipo la pistola de las costillas y solo dije “ni que fuera tan pendejo, ahí no vuelvo ni
en pijama de madera”, chocamos los puños con el tipo que me dijo las
palabras y se fueron, yo hice como si hiciera una oración, sobra decir que yo
siempre he sido católico y no creo en la Santa Muerte, pero en ese momento me
salvo de una madriza segura, al yo no traer más que cuarenta pesos, seguramente
me iban a poner como a santo Cristo, pero no, al parecer les dio empatía mi
dialogo, ahora encendía un cigarro y lo dejaba frente al altar, quizás era mi día
de suerte.
Después de tomar un taxi e ir a
mi casa, me puse a reflexionar sobre lo sucedido, me bañé y me fui a mi
trabajo, pero no lograba olvidar esa escena, ¿Cuántas personas no habían
corrido con la misma suerte que yo? Así que me dediqué a reclutar que era lo
que sabía hacer, pero ese día fue especial, no discutí con nadie, ni siquiera
en el metro, hasta que en la última entrevista cercano a las 18 horas la
entrevistada al final de la entrevista me dijo “¿palero?”, yo un poco extrañado le dije “no, católico”, ella se me quedo viendo, tenía unos collares y
pulseras de diferentes colores, cuando le dije lo de católico solamente me dijo
“buena tarde, cuídese, trae a la flaquita
con usted, cuídela mucho”, le agradecí el gesto con una sonrisa fingida y
de inmediato me puse a buscar en internet que era a lo que se refería; bueno,
me di cuenta que traía a la muerte a un lado de mí, según esa persona, me quedé
estupefacto, quizás había sido por el acercamiento que tuve con la figura de la
santa muerte en la mañana, pero no quise hacerme burros la maceta, apagué mi
computadora y tomé con dirección a mi casa, pero antes de llegar pasé a unos
tacos que me encantan, esos taquitos al pastor que tiene su piña en la parrilla,
una chulada de sabor con esa salsa roja que es inigualable, pedí como de
costumbre 4 tacos y un boing de guayaba para empezar, estaba por terminarme el
cuarto taco y casi por pedir un par más cuando de pronto un señor vestido todo
de blanco llegó y me interrumpió, “¿Ngueyo?”,
lo voltee a ver y sin pensarlo le dije “no,
católico”, y seguí comiendo mi taco, de pronto el señor me dijo, “traes a la flaquita, ándate con mucho
cuidado”¸ recuerdo bien que le regalé una falsa sonrisa y el señor se retiró,
ya no quise pedir ni un jodido taco más, pague la cuenta y me retire a casa.
Me puse a leer aquel libro de “El
héroe desconocido” de Miguel Alemán Velasco, quería pensar en otras cosas,
quería cerrar mi día de diferente forma, me preparé mi café, encendí un
cigarrillo y me senté en ese sillón donde solía ser mi lugar perfecto para
leer, el libro no era para nada interesante pero la verdad hice un esfuerzo por
mantenerme leyéndolo, hasta no se en que momento me quede dormido, lo supe
porque me vi cómo me desprendía de mi cuerpo, estaba teniendo un viaje astral
como los que llegaba a tener en la preparatoria, sentía ese mareo y ganas de
vomitar mientras levitaba, empecé a recorrer hacia arriba, viaje hasta un
pasado, me vi de la mano con esa mina la cual fue el primer amor de mi vida, me
estaba dando un gran beso, fue cuando cerré los ojos como saboreando ese beso y
de pronto empecé a descender, hasta que llegue de nuevo a mi cuerpo, recuerdo
que hice un ademan de pararme y sentí como saque aire, me terminé lo que
quedaba del café y me subí a mi habitación, no me costó trabajo conciliar el
sueño.
De pronto estando dormido sentí
como si alguien me estuviera viendo, esas miradas penetrantes, intente
despertarme pero no podía, solamente veía hacia el techo de mi habitación, fue
cuando de pronto sentí demasiado frío y vi a la muerte, me estaba cagando de
miedo, era cerca de dos metros de alta, toda blanca incluso también su vestido
como de novia, empecé a recordar lo que me decía mi abuelo que cuando se subía
el muerto tenía que decir groserías, pero al final me arrepentí, me arme de
valor y le dije “¿Qué haces aquí? Yo no
te he llamado ni tengo tratos contigo”, de pronto escuché una voz extraña y
me decía, “Alguien me mandó por ti,
quizás debes algo”, yo no quise preguntar, solamente respondí “todavía no es mi tiempo y a quien te mandó
por mí, le doy el perdón” y en ese momento vi cómo se empezaba a ir y la
temperatura del cuarto se empezaba a templar de nuevo, después me logré
despertar, estaba muy ansioso, los perros de la calle estaban como llorando y
algunos aullando, yo estaba jodidamente asustado.
Pasaron los días y poco a poco
iba olvidando ese encuentro con la muerte, eso sí, cada que pasaba enfrente de
un altar, buscaba agradecer la visita y dejarle un cigarrillo encendido, no me
volví un seguidor de ella, pero si buscaba respetarla, era extraño, pocas veces
había respetado algo tanto en la vida, hasta que un día, tuve un reencuentro
con una persona de mi pasado, una persona que quise muchísimo pero al parecer
yo le hice mucho daño, Karina se llamaba, una morena de ojos color miel, una
sonrisa maravillosa, pero con un genio de las mil chingadas, el encuentro fue
muy extraño, estaba tomándome una cerveza después de un día ajetreado de
trabajo, en el restaurante donde tenía 2 años de no ir, me gustaba saber que aún
seguía existiendo, claro me dieron una mesa a fuera para que pudiera fumar,
mientras me entretenía con plato de carnes frías, una cerveza vienna y un
cigarro cubano, me pareció verla a ella, si a Karina, caminaba como en automático,
me paré de mi asiento y grite “¡Princesa!
¡Princesa!” ella volteo hacia los lados pero no paro su marcha y volví a
gritarle “¡Princesa!”, ella por fin
paro la marcha y volteo a verme, no puedo decir que era una sonrisa de felicidad
pero ella me regalo una sonrisa, yo camine hacia donde estaba ella y nos dimos
un abrazo, yo sentí que si le dio gusto verme, el abrazo me lo dijo todo,
tuvimos una breve charla y acepto tomarse una cerveza conmigo, teníamos cerca
de 6 años de no vernos, así que tuvimos mucho que contar.
Nos dieron cerca de las 8 de la
noche y me ofrecí a acercarla a su destino, ella al inicio se negaba un poco
pero termine por convencerla, en el camino compartimos números telefónicos y al
dejarla a una calle de donde vivía me pidió que parará la marcha, nos
despedimos con un abrazo, me bajé para abrirle la puerta y cuando salió
volvimos a darnos un abrazo seguido de un beso maravilloso, yo ese día volví a
casa con una ilusión y ella lo reafirmo cuando me pregunto “¿llegaste bien a casa?”.
Nos seguimos viendo por varios
días, incluso llegaron a ser meses, volvimos a formalizar la relación, quizás
es un error, dicen que las segundas partes no son buenas pero yo estaba
ilusionado, ella había cambiado un poco y yo también, había aprendido a ceder y
dejar de ser tan pendejo, nos la pasábamos dándonos besos por doquier, teníamos
una extraña manera de vivir, de pronto un fin de semana nos la pasábamos viendo
películas en mi casa y otro estábamos visitando algún estado de la república,
me gustaba en verdad, ella había dejado de ser tan celosa y yo había dejado de
ser tan ojo alegre, pero había que no cambiaba y era el amor que nos teníamos.
Una tarde paseando en Culiacán
pasamos a la iglesia de Malverde y al panteón Jardines del Humaya, si ahí donde
están muchos narcos enterrados, era hermoso ver esas tumbas que más bien
parecían casas, algunas de dos pisos, con estacionamiento, aire acondicionado e
incluso WiFi, ahí nos separamos un poco, yo buscando tumbas de algún narco conocido
y ella tomando muchas fotos, fue en una tumba de un piloto que había muerto
joven, lo recuerdo bien porque había leído un poco de él, lo que me causo un
poco de extrañeza es que tenía una imagen de la Santa Muerte, hice el ritual de
siempre, le agradecí y encendí un cigarrillo, fue cuando Karina llego y se transformó,
me empezó a decir muchas cosas, yo no entendía que pasaba, terminamos por irnos
de ahí y para contentarla fuimos a Fórum Culiacán, para que se comprará algo,
yo seguía pensando en tantas cosas que no lograba entender lo que en verdad sucedía,
después de gastar más de lo que tenía presupuestado nos fuimos al hotel, ahí un
poco cansados decidimos dormir un poco para después ir a un concierto, que fue
a lo que habíamos ido a esas tierras.
El evento transcurrió sin
problemas, incluso vimos a un par de conocidos y fuimos a cenar con ellos y a
tomar un trago al acabar el concierto, recuerdo que el reloj marcaba las 2:15
am cuando llegamos al hotel, nos deshacíamos en besos y caricias al entrar a la
habitación, ahí tuvimos una sesión maravillosa, puedo decir que hicimos el
amor, cuando de pronto, ella se quedó dormida en mi pecho y yo hice lo mismo, valía
la pena descansar y que mejor que con una sonrisa en el rostro, fue cuando
volví a soñar con la santa muerte, volví a sentir lo mismo, primero me paralice
y después sentí demasiado frio, fue cuando vi que estaba de nuevo a un lado de mí,
yo repetí la misma dosis “todavía no es
mi tiempo”, ella solamente me volteo a ver y dijo “no, esta vez no vengo por ti, vengo por una persona que hizo una promesa
y ahora tiene que cumplirá, incluso es la misma persona que me mando por ti en
ese primer encuentro”, y de nuevo se fue , yo sentí en ese momento que Karina
se quitó de encima de mí, pero yo no podía moverme, estaba luchando por
despertar hasta cuando lo logré, solamente escuche un rechinido de llantas y después
un golpe seco, me paré y vi por la ventana, había un accidente muy grave, fue
cuando recordé a Karina, la busque por toda la habitación y no la encontré, de
pronto el teléfono de la habitación empezó a sonar, torpemente tome la llamada,
del otro lado de la línea solamente me dijeron “Buenas noches señor, creo que es necesario que baje a recepción, hubo
un problema con su acompañante”.
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